El Consumer Electronics Show de este año estuvo plagado de anuncios de robots nuevos y mejorados. Con nombres como Lovot, Pillo, Paro, Moflin y Qoobo (todos reales), existe una clase creciente de robots en el mercado que afirman ofrecer los beneficios de la conexión humana a través de la inteligencia artificial y la tecnología de aprendizaje automático. ¿Su audiencia principal? Los ancianos.

A medida que las personas en las partes más ricas del mundo viven vidas más largas, aunque no necesariamente más saludables, ha habido una escasez cada vez mayor de cuidadores para las poblaciones que envejecen. Esta tendencia ya está muy avanzada en Japón y partes de Europa, y la Oficina del Censo predice que para el 2035, habrá más estadounidenses mayores de 65 años que menores de 18 por primera vez en la historia. El gobierno federal gastó el 40% de su presupuesto en personas mayores en 2018, una cifra que se estima que aumentará al 50% para 2029, según la Oficina de Presupuesto del Congreso. Además, el valor económico de los cuidadores familiares no remunerados en los EE. UU asciende a 470 mil millones de dólares, según la AARP.

En la lucha por cuidar de las poblaciones que envejecen en el mundo, la industria tecnológica ha identificado una enorme oportunidad en la robótica del cuidado: tecnologías diseñadas para ayudar a los ancianos en todo, desde la asistencia con las tareas diarias hasta el apoyo social y emocional. Sin embargo, los mismos términos “robot de atención” o “robot de asistencia social (SAR)” señalan algunos de los principales desafíos que enfrenta esta tecnología. Cuidar y ser social son capacidades humanas tan únicas como uno puede identificar y quizás las menos adecuadas para el desplazamiento tecnológico.

A medida que la industria de la robótica del cuidado gana impulso, los diseñadores y tecnólogos tienen la responsabilidad de pensar en las partes interesadas, los resultados y los sistemas que impactan los bots de cuidado. ¿Quién se beneficia realmente de esta tecnología? ¿Deberían los care-bots reemplazar o facilitar la conexión humana? ¿Y qué papel juegan en la experiencia más amplia del envejecimiento?

Fuente: Rob Girling | Forbes

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