El pasado octubre, el Chevrolet Corvette ZR1 alcanzó una velocidad máxima de 233 mph en vueltas consecutivas en una pista cerrada. No es el coche de producción homologado para circular por la calle más rápido del mundo: el Bugatti Chiron Super Sport 300+ superará, como su nombre indica, las 300 mph. ¿Qué tiene de especial el ZR1, entonces? Su precio inicial de 174.995 dólares puede parecer caro, pero es una ganga en comparación con el Bugatti, que cuesta algo más de 4 millones de dólares. El ZR1 es oficialmente el coche de producción más rápido del mundo disponible por menos de un millón de dólares.

El ZR1 alcanzó esa velocidad en una enorme pista de pruebas en Papenburg, Alemania, un lugar donde la inclinación es tan pronunciada que los conductores sufrieron 1,7 G verticales en las curvas. Ese es solo un número de una serie interminable de cifras que el equipo responsable de esa carrera récord calculó con mucha antelación, aprovechando simulaciones que normalmente se reservan para tareas más utilitarias.

En este caso, el único número que realmente importaba era la velocidad máxima, una cifra que, en la simulación, difería de la realidad en menos de la mitad del uno por ciento. Así es como lo hicieron.

El Corvette siempre ha sido una máquina que supera sus límites en el competitivo ruedo de los coches de alto rendimiento internacionales. No lo digo en sentido literal, ya que suele ser la opción más pesada en las pruebas de coches deportivos. Pero, cuando se compara con competidores como Porsche, Ferrari y Lamborghini, el Corvette es la opción de valor perenne, una elección del ciudadano medio estadounidense que hace que los mejores del mundo parezcan un poco ridículos.

Fuente: The Verge | Tim Stevens

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