Demasiadas palabrotas. Ese era el problema de ‘Fall’, la última película del director Scott Mann. Lionsgate, la productora de este thriller de supervivencia, quería conseguir una calificación PG-13 para abrir la producción a un público mucho más amplio. ¿Cómo conseguirlo? Fácil: usando inteligencia artificial.
Las histriónicas protagonistas no paraban de usar tacos y variaciones de la palabra «jo***» en la película. La situación que viven es para ello, claro, pero eso era un problema de cara a poder estrenar la película y que la pudieran ver públicos más jóvenes.
La tecnología lleva décadas siendo una gran aliada del cine, y en los últimos tiempos la cosa ha ido más allá. La inteligencia artificial ha ayudado a que los deepfakes aplicados al séptimo arte permitan cosas alucinantes como rejuvenecer o envejecer a los actores o, en los últimos tiempos, preservar sus voces para siempre.
Mann, que había tenido malas experiencias con otros rodajes, descubrió un estudio académico que hablaba de redes neuronales y de cómo se podían aplicar para este ámbito. Contactó con los autores y logró crear una herramienta rudimentaria para crear una nueva solución de doblaje.
Fuente: Javier Pastor | Xataka
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